Buenos días Tercer día

EN BUSQUEDA DE LA ARMONÍA

Narrador: Un gran aplauso al fina del concierto, hizo que el violín bajará de su éxtasis. Como siempre, cuando el último sonido se perdía en el aire, probaba un siento sentido de tristeza. Amaba el mundo del sonido más allá de otra cosa y no imagina nada más grande y bello que cantar la melodía de la vida junto con los otros instrumentos de la orquesta, en perfecta armonía.

Era ciertamente el violín más feliz del mundo, hasta que un día la AMBICIÓN se le acerco, y le propuso otro porvenir mejor.

Ambición: Es pecado que un instrumento, con un sonido tan perfecto, pierda su tiempo en una orquesta. Tu talento no es bastante apreciado y no tienes ni siquiera el primer puesto entre los violines. Tu sonido es encantador, pero se pierde en la masa. La orquesta no te dará jamás el espacio para realizarte. Busca otro lugar…

Narrador: Así hablo la ambición y dejo en el violín una gran ilusión. Al violín le gustaron estas palabras y por mucho tiempo el solo sabía que la verdadera felicidad la encontraba solo si estaba dentro de la orquesta. Pero el tiempo pasaba, y se daba cuenta que el vivir junto con tantos instrumentos era muy difícil. Necesitaba soportar el sonido desafinado de algunos acordes. En el fondo solo se lograban poner de acuerdo solo en el momento del concierto. Así que el violín decide abandonar la orquesta y meterse a trabajar el solo.

Violín: Ahora no tengo a nadie que me de ordenes y me diga que tengo que sonar. Ahora no estoy más a la sombra de los otros. Qué cosa quiero de más?

Narrador: En la euforia del suceso, el violín no se dio cuenta que para afinarse, se orientaba siempre y solo el mismo. Solo que después de un tiempo, cuando una vez decidió tocar junto con otro violín, constato con tanto miedo que el dúo sonaba terriblemente. Ya era muy tarde, había olvidado como afinarse con los otros instrumentos. En ese momento se sintió muy solo.

Violín: Oh! Que cosa no diera para encontrarme con otro instrumento que se ajuste con mi melodía.

Guía: Empezó a buscar de un lado a otro en la búsqueda de la melodía, un día se encontró una Flauta, también ella buscaba apasionadamente la armonía de la música. Los dos instrumentos se afinaron perfectamente, por lo tanto decidieron permanecer juntos.

Flauta: Tengo la impresión que alguna cosa esta cambiando, Te he dado algún problema que te haya disgustado? No te veo tan feliz como antes…

Violín: Vez? Juntos hemos recorrido el mundo y nuestros cantos han alcanzado tantas personas y tantos aplausos, pero mañana ya nos habrán olvidado. Pero el tiempo pasa y cada vez me doy cuenta que he perdido una cosa que para mí era muy importante. Era la melodía, el sonido que unía a todos los instrumentos del mundo, y en el silencio busco todavía este sonido. Muchas veces tengo la impresión de sentirlo y de poseerlo. Pero muchas veces, permanece en silencio en mí.

Este sonido es la llave de la Melodía, que nos sostiene y nos conduce fuera de nosotros mismos, para formar el canto universal. Era el tono que nos unía, cuando yo tocaba en la orquesta. En ese momento creía que el grupo era un límite para mi personalidad. Hoy sé que era la única vía a mi libertad. Tengo que reencontrare con este sonido y decirle a todos los instrumentos que la orquesta es nuestra patria.

Queridas hermanas

Hoy la jornada no invita a que cada una de su aporte en la reflexión de las preguntas y que no se nos olvide que es un todo, que no podemos detenernos con una mirada parcial sino de conjunto.

Las invito pués, a sentirnos parte de la Orquesta Provincial, donde cada un es un instrumento importante en la melodia de la COMUNION.

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De la homilía de la Misa del 27. Predicada el Padre Estuardo, dominico. Con referencia a la parábola de la Viña estéril, el sacerdote hizo referencia a la necesidad de la conversión. Pero esta conversión no es solamente un cambio exterior de comportamientos, sino una verdadera “metanoia”, es decir, “cambio de mentalidad”. Solamente mediante este cambio, somos capaces de no querer tener siempre la razón, de ceder, de ceder aceptando que puedo equivocarme, y sin sentir que el otro es para mí una amenaza. Sólo así lograremos la conversión, y con ésta, la comunión entre nosotras., Hemos de vivir no sólo con el otro, sino para el otro. Hemos de darnos sin buscar recompensa, si queremos dar frutos abundantes, sabiendo que debo identificarme, saber quien soy desde mi relación con los demás, para dar los frutos de solidaridad y de justicia que el Señor espera de cada una.

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